Ser mamá y profesional: equilibrio que sí es posible

Por Cynthia Villafaña

Para miles de mujeres en México, la maternidad no ha significado una pausa profesional, sino una evolución. Aunque persisten retos estructurales, cada vez más madres están transformando su forma de trabajar, tomar decisiones y cuidar —de otros y de sí mismas— con mayor conciencia y propósito.


Las cifras detrás de una transformación

Más de 38 millones de mujeres mexicanas son madres, según datos del INEGI (2024). Esta cifra representa más del 70% de la población femenina de 15 años y más. De ellas, cerca del 46.1% participa activamente en el mercado laboral, una proporción que va en aumento pese a los desafíos.

Estudios recientes revelan que muchas mujeres enfrentan decisiones difíciles tras el nacimiento de sus hijos. El IMCO reporta que una de cada cuatro mujeres deja su empleo después de su primer parto. Sin embargo, la tendencia comienza a cambiar: cada vez son más las que buscan formas de reincorporarse, reinventarse o emprender sin dejar de acompañar activamente a sus familias.


Maternidad: una nueva forma de estar y hacer

La experiencia de ser madre transforma la manera en que muchas mujeres viven su día a día, también en el plano laboral. Ya no se trata de poder con todo, sino de elegir mejor. De hacer equipo, pedir apoyo, enfocarse en lo que realmente importa y soltar el mito de la perfección.

“Desde que soy mamá, trabajo distinto”, confiesan muchas. Con nuevos ritmos y prioridades, las madres profesionales están descubriendo que estar presentes, escucharse y cuidarse también son formas de liderar.

La maternidad, lejos de frenar el desarrollo profesional, puede ser un punto de inflexión positivo. Muchas mujeres reconocen que hoy trabajan con más propósito, más empatía y mayor claridad.


Las condiciones sí importan

Para que esta transformación individual tenga espacio para florecer, es necesario contar con estructuras que acompañen. En los últimos años, se ha vuelto cada vez más evidente la importancia de contar con servicios de cuidado infantil, licencias parentales adecuadas y modelos laborales que permitan flexibilidad.

En este contexto, México aún tiene áreas de mejora. Organismos como México Evalúa y Oxfam México han señalado la urgencia de avanzar hacia un Sistema Nacional de Cuidados y de fortalecer las políticas públicas que reconozcan el trabajo de cuidado como parte del desarrollo social y económico.

No se trata solo de responder a una necesidad, sino de aprovechar una gran oportunidad: cuando las madres cuentan con condiciones adecuadas, el talento, la creatividad y la energía que aportan a sus entornos laborales se multiplica.


En PSM, cuidar también es trabajar

En Promotora Social México (PSM), la maternidad no se ve como una dificultad, sino como una realidad valiosa que puede enriquecer el trabajo. Por eso, la organización ha construido una cultura laboral basada en la confianza, la empatía y la flexibilidad.

Las colaboradoras tienen acceso a esquemas de trabajo remoto, horarios adaptables y procesos de acompañamiento antes y después del parto. Pero más allá de las políticas, lo más importante es el ambiente: uno donde se reconoce que cuidar no es un obstáculo, sino una forma legítima de vivir el trabajo.

“Sabemos que una cultura laboral saludable parte de reconocer que cada etapa de la vida importa. Y que cuando alguien cuida, también necesita ser cuidado”, señalan desde el área de Personas.

En PSM, el compromiso con el bienestar de las familias va de la mano con la misión institucional: construir entornos donde todas las personas puedan desarrollarse plenamente, sin tener que elegir entre su vocación y su vida personal.


Un presente que ya se está construyendo

Mucho se habla de lo que hace falta, pero también hay mucho que ya está ocurriendo. Empresas, líderes y equipos que escuchan, ajustan, acompañan. Madres que deciden con libertad, que se reconectan con lo esencial y que redibujan sus trayectorias profesionales desde otro lugar.

El cambio ya comenzó. Y si algo ha demostrado esta transformación es que cuando una mujer trabaja desde su autenticidad, sin renunciar a ninguna de sus facetas, el impacto es profundo. En ella, en su entorno, y en toda la comunidad.

Porque no se trata de llegar a todo. Se trata de estar donde se quiere estar.
Y hacerlo con sentido.

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